lunes, 28 de abril de 2014
jueves, 24 de abril de 2014
martes, 22 de abril de 2014
CARTA PASTORAL A Cofradías de Gloria
CARTA PASTORAL
A Cofradías de Gloria
Pascua
de Resurrección
El
triunfo de la Vida
Queridas
Cofradías de Gloria:
Hemos
llegado a la más grande de las fiestas del año cristiano. Mis palabras quiero
que tengan el sentido de una felicitación para los hermanos cofrades y familias
que tengan la oportunidad de poder leer estas palabras.
Para
esta felicitación he decidido escoger una de las estrofas de la preciosa
Secuencia que escuchamos en la
Noche de Pascua y que sintetiza bellamente el misterio que
celebramos durante estos cincuenta días:
“Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y muerto el que es la Vida ,
triunfante se levanta”.
Ciertamente,
la vida y la muerte lucharon en una batalla singular, única y definitiva.
Cristo, entregando su vida por la salvación de todos, se convierte en Vida que
triunfa definitivamente sobre el mal. Con la fuerza de su amor infinito ha
vencido al pecado y a la muerte. Por la fuerza de su sacrificio en la cruz, que
actualizamos en cada Eucaristía, hace nuevas todas las cosas.
Podemos
imaginar los sentimientos que se agolparían en el corazón de aquellas mujeres,
las primeras, que acudieron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús.
Podríamos, asimismo, imaginarnos los sentimientos de los apóstoles cuando se
les aparece Jesús Resucitado deseándoles la paz en el Cenáculo en el día de la Pascua y en otras
ocasiones. ¡Cómo sería el encuentro del Hijo con María, su Madre! Hasta tal
punto ha calado este último encuentro en la fe profunda del pueblo que, en
diferentes lugares de nuestra geografía, se celebra en el día de la Pascua la llamada Procesión del encuentro en la cual una
imagen del Resucitado se encuentra con una imagen de María Santísima.
La
contemplación de la
Resurrección de Jesús, de su triunfo sobre el mal, el pecado
y la muerte, nos abre el camino a determinadas actitudes pascuales para hacerlas nuestras y vivir el evangelio de
la alegría:
-
Alegría pascual de sabernos amados
por Dios Padre, redimidos por Cristo, llamados a vivir con plena coherencia
nuestros compromisos bautismales.
-
Confianza ante la eficacia del
amor divino para con nosotros, al entregarnos a su Hijo, camino, verdad y vida
que nos lleva al Padre.
-
Pobreza que relativiza los bienes
de este mundo, ya que estamos llamados a vivir el momento presente,
construyendo el Reino de Dios en este mundo, pero con vocación de eternidad.
-
Caridad y amor hacia Dios desde la
presencia eucarística y, desde ella, a nuestros hermanos.
Digamos
repetidas veces, durante este tiempo, la preciosa oración de santo Tomás:
¡Señor mío y Dios mío!
En
este apóstol depositamos las dudas e incertidumbres de muchos cristianos de
nuestro tiempo, también las nuestras, los miedos y las desilusiones de
innumerables contemporáneos nuestros. A él le pedimos su intercesión para
alcanzar, con renovada sinceridad, la fe en Cristo, muerto y resucitado por
nosotros. Esta fe, transmitida a lo largo de los siglos por los sucesores de
los Apóstoles continúa entre nosotros, porque el Señor Resucitado ya no muere
más. Él vive en la Iglesia
y la guía hacia el cumplimiento de su designio eterno de salvación.
A
todos os deseo una santa y gozosa Pascua de Resurrección.
X Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén
lunes, 14 de abril de 2014
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